Soy culpable, sin más ayuda que la de mi propia persona, de perseguir hasta el desaliento los placeres más incofesables que pueda su señoría imaginar.
Soy culpable, o mejor dicho, responsable de haberme dejado llevar, como hoja de otoño, por la corriente más cálida y que más alto me llevaba.
Soy culpable, en suma de aspirar a una libertad digna de dioses, prohibida, desde luego, a los hombres. soy culpable de ningunear el orden estblecido, culpable de pensar que nada ni nadie era lo sufientemente valioso como para cuestionar mis ansias de no depender, mis ansias de no trascender, de disolverme. De ser libre, en suma. De poder pensar, y actuar, claro está de manera diferente al resto. me declaro culpable, así mismo, de competir con ventaja, dopado. De jugar haciendo trampas. Me declaro culpable, en suma, señoría de no ser lo que usetes esperaban de mi, de no ser el ciudadano perfecto ni el padre ejemplar. Me declaro culpable de querer mirar la vida a través de los ojos de esa mujer on la que me cruzo en un mercado, culpable de querer traicionar mi propio credo, la esencia misma de mi pensamiento. Me declaro culpable de querer sucumbir en una orgía sensarial, preso de alucinaciones provocados por todas las drogas que su señoría se pueda imaginar. Me declaro culpable de haber huído a la menor ocasión, de ser un egoísta si quieren , pero, que quiere que le diga, señoria, la vida es demasiado corta para tener remordimientos y es tan dulce el sabor del néctar almacenado en la repisa mas alta que es difícil no sucumbir a la tentación de robarle la escalera al electricista.
Señor Gutiérrez, a mi todo eso me parece muy bien, pero limítese a contestar al fiscal: ¿Era usted quien conducía aquel Alfa Romeo Spider a 220 km/h.?